domingo, 7 de octubre de 2012

El país de los sueños.

Y hoy he soñado que volaba, que raro, ¿no? Yo siempre soñando cosas raras, pero sí, hoy volaba. Volaba por encima de los rascacielos y veía cada país con sus diferentes culturas. Volaba por encima de los océanos y, en según que momentos, llegaba a tocar el frío mar, a veces, también, los delfines querían volar conmigo, pero entonces yo ascendía. Volaba por todo el cielo, vi incluso una bandada de golondrinas. 
Se volvía de noche y, entonces, ascendí mucho más, tanto que volaba por encima de las nubes. No había sentido esa sensación de libertad y frescura en mi vida. Era mágico. En pocos minutos empezaron a aparecer las estrellas. Que bellas verlas desde allí arriba. Que bello era ver cada zona iluminada por las luces. Y entonces, me paré en seco frente a la luna. Era noche de luna menguante, no os podéis creer lo bonita que era. 
Y, de repente, alguien me cogió de la mano y me impulsó para seguirle. Yo no sabía quién era. Iba vestido de una manera rara, diferente al resto del mundo, bueno, de mi mundo. No pude verle el rostro, pero su mano era tan cálida y firme que no era necesario ver nada más para saber que podía confiar en él. Me dejé llevar por él. Cada vez nos acercábamos más a la luna. Era inmensamente preciosa. Todo era tan bonito que sentía unas ganas tremendas de contárselo a alguien. Pero no todo acabó aquí. La luna cada vez se hacía más grande, más preciosa, y sin quererlo nos dirigíamos hacia la derecha, hacia la segunda estrella. Estuvimos volando hasta el amanecer. 
Empecé a ver una pequeña isla en la cual había muchas montañas y muchos puertos. Era preciosa. Cuando llegamos a tierra firme y pude tocar la arena con mis pies descalzos mientras miraba como una concha se metía de cabeza en el agua. 
El joven muchacho se giró. Poco a poco fui levantando la mirada, su cuerpo era tan dulce y caluroso. Me quedé un rato, fijamente, mirando sus manos, eran tan pequeñas pero tan vivas que deseaba cogérselas de nuevo. Seguí subiendo la mirada poco a poco. Tenía un cuello irresistible. Tenía unos labios carnosos que te hacia soñar con dulces besos. Y cuando me decidí a mirarle a los ojos me desperté. ¡QUE RABIA! Siempre me quedo sin saber lo mejor del sueño, pero había alguien más conmigo, me estaba abrazando. Entonces, me giré y lo vi. Vi esos preciosos ojos que no había llegado a ver en el sueño. Son tan bonitos. Son tan sinceros. Que no puedo dejar de pensar en ellos.
Soñar es precioso, pero que tu sueño acabe convirtiéndose en algo real, es aún más bonito.
-Alx.
Licencia de Creative Commons
Creado a partir de la obra en seensatioon.blogspot.com.
Permissions beyond the scope of this license may be available at http://seensatioon.blogspot.com/.

No hay comentarios:

Publicar un comentario